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Elías Nandino: Medicina, poesía y arte

Elías Nandino: Medicina, poesía y arte

 
 

Institución: Museo Nacional de Arte

Nacido en Cocula, Jalisco, con una clara vocación, Elías Nandino Vallarta (1900-1993) dejó su tierra para dirigirse a la entonces Escuela de Medicina de la Universidad Nacional, en donde concluyó sus estudios con una tesis que versaba sobre la raquianestesia (técnica de bloqueo gracias a la administración de anestésico en el conducto raquídeo) y su aplicación en niños. Con ella obtuvo el grado de médico el 6 de agosto de 1930. Sin embargo, la ciencia no era su única pasión, pues paralelamente sentía una profunda necesidad expresiva, misma que encontró salida en las letras. Años más tarde recordaría en sus memorias “estudiaba con verdadero ahínco mi carrera y tenía un amor completo a mi poesía”.

 

Pronto se incorporó al Hospital Juárez, donde fue nombrado jefe de médicos internos. Al mismo tiempo escribía y publicaba su poesía, por ello fue presentado a Salvador Novo y Xavier Villaurrutia; este último se convertiría en un entrañable amigo, quien incluso lo acompañaba durante los breves descansos que tomaba en sus noches de guardia en aquel hospital. En esos momentos llegaban instantes de inspiración en los que daban rienda suelta a su enorme talento. Su círculo de amistades creció entre los escritores del momento, convivió con varios integrantes de los grupos literarios en pugna: los Contemporáneos por un lado (además de Novo y Villaurrutia, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen y Carlos Pellicer, entre otros) y los estridentistas (Manuel Maples Arce y Germán List Arzubide a la cabeza). Un aporte importante de Nandino a todos ellos fue la introducción de nociones científicas a la expresión escrita a través de Freud y su psicoanálisis.

 

Del mundo intelectual pasó al universo artístico de la época. La relación más cercana fue con Roberto Montenegro, a quien conoció en su acogedor estudio que recordaba lleno de biombos, cómodos sillones y sofás en donde pasaba veladas inolvidables. De él es la obra que nos ocupa y en la que inmortalizó al gran cirujano poeta en 1950. En el óleo, con un fondo en tonos rojizos oscuros, se enmarca el rostro de Nandino, quien se inclina levemente. Su mirada no enfrenta al espectador, por el contrario, sugiere un momento de reflexión o ensimismamiento. En esta pieza, Montenegro logra definir los rasgos de un hombre de ciencia y poesía con una perfecta recreación de luminosidad en su semblante, en el que se descubren diversas tonalidades y degradados de la piel por los efectos de la luz.

 

Su profesión lo llevó a convertirse en el médico de cabecera del mundo artístico e intelectual del que ya formaba parte por derecho propio. Elías Nandino encarnó lo que parecía irreconciliable: la pasión por las ciencias exactas y la producción de poesía desde la honestidad consigo mismo al ser, además, una figura simbólica de la historia y el pensamiento de la homosexualidad en nuestro país.

Material de Apoyo:

Nandino, Elías, Juntando mis pasos, Texas, Aldus (Colección La Torre Inclinada), 2000.

 

Institución: Museo Nacional de Arte

Nacido en Cocula, Jalisco, con una clara vocación, Elías Nandino Vallarta (1900-1993) dejó su tierra para dirigirse a la entonces Escuela de Medicina de la Universidad Nacional, en donde concluyó sus estudios con una tesis que versaba sobre la raquianestesia (técnica de bloqueo gracias a la administración de anestésico en el conducto raquídeo) y su aplicación en niños. Con ella obtuvo el grado de médico el 6 de agosto de 1930. Sin embargo, la ciencia no era su única pasión, pues paralelamente sentía una profunda necesidad expresiva, misma que encontró salida en las letras. Años más tarde recordaría en sus memorias “estudiaba con verdadero ahínco mi carrera y tenía un amor completo a mi poesía”.

Pronto se incorporó al Hospital Juárez, donde fue nombrado jefe de médicos internos. Al mismo tiempo escribía y publicaba su poesía, por ello fue presentado a Salvador Novo y Xavier Villaurrutia; este último se convertiría en un entrañable amigo, quien incluso lo acompañaba durante los breves descansos que tomaba en sus noches de guardia en aquel hospital. En esos momentos llegaban instantes de inspiración en los que daban rienda suelta a su enorme talento. Su círculo de amistades creció entre los escritores del momento, convivió con varios integrantes de los grupos literarios en pugna: los Contemporáneos por un lado (además de Novo y Villaurrutia, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen y Carlos Pellicer, entre otros) y los estridentistas (Manuel Maples Arce y Germán List Arzubide a la cabeza). Un aporte importante de Nandino a todos ellos fue la introducción de nociones científicas a la expresión escrita a través de Freud y su psicoanálisis.

Del mundo intelectual pasó al universo artístico de la época. La relación más cercana fue con Roberto Montenegro, a quien conoció en su acogedor estudio que recordaba lleno de biombos, cómodos sillones y sofás en donde pasaba veladas inolvidables. De él es la obra que nos ocupa y en la que inmortalizó al gran cirujano poeta en 1950. En el óleo, con un fondo en tonos rojizos oscuros, se enmarca el rostro de Nandino, quien se inclina levemente. Su mirada no enfrenta al espectador, por el contrario, sugiere un momento de reflexión o ensimismamiento. En esta pieza, Montenegro logra definir los rasgos de un hombre de ciencia y poesía con una perfecta recreación de luminosidad en su semblante, en el que se descubren diversas tonalidades y degradados de la piel por los efectos de la luz.

Su profesión lo llevó a convertirse en el médico de cabecera del mundo artístico e intelectual del que ya formaba parte por derecho propio. Elías Nandino encarnó lo que parecía irreconciliable: la pasión por las ciencias exactas y la producción de poesía desde la honestidad consigo mismo al ser, además, una figura simbólica de la historia y el pensamiento de la homosexualidad en nuestro país.

Material de Apoyo:

Nandino, Elías, Juntando mis pasos, Texas, Aldus (Colección La Torre Inclinada), 2000.

 
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