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El golpe a Excélsior

El golpe a Excélsior

 
 

Institución: Centro Académico de la Memoria de Nuestra América

Durante el sexenio de Luis Echeverría, las violaciones flagrantes a los derechos humanos se convirtieron en moneda corriente. Ante las críticas y la falta de apoyo a su gobierno, el régimen optó por silenciar las voces disidentes a través de desapariciones y represión en lugar de elegir la negociación y la apertura como se pregonó al inicio de su mandato. Uno de los capítulos más recordados de este periodo sumido en la ilegalidad fue el atentado que se dio en contra de la libertad de expresión a través del golpe a Excélsior, uno de los diarios más importantes de la época, fundado en 1917, y que publicaba agudas críticas contra la administración en turno. La maniobra, orquestada desde arriba, pero con el apoyo de grupos internos contrarios al entonces director del rotativo, Julio Scherer García, logró tomar control de la cooperativa y expulsar a quienes le incomodaban. Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y Hero Rodríguez Toro, se vieron forzados a salir de las instalaciones del periódico y dejarlo en manos de Regino Díaz Redondo y sus incondicionales quienes actuaron como esquiroles.

 

Reporteros, columnistas, caricaturistas, intelectuales y trabajadores difundieron la maniobra de la que habían sido parte y la noticia pronto se convirtió en un motivo más para cuestionar los métodos de Echeverría quien se encontraba en la recta final de su mandato. Uno de los personajes que tomaron una postura crítica fue Sergio Méndez Arceo, en aquel momento obispo de Cuernavaca y simpatizante de las ideas de la conocida como Teología de la Liberación. Desde su posición en la jerarquía eclesiástica, condenó los violentos regímenes militares en Latinoamérica, apoyó a los refugiados, denunció agresiones y estuvo directamente en contacto con víctimas de violaciones a sus derechos humanos. Por ello, no es de extrañar que, al momento de saber del golpe, externara en una de sus homilías, el pesar que le causaba este evento. El objeto destacado que presentamos aquí es justamente el texto que el obispo escribió sobre este suceso y que en Memórica puede consultarse gracias a la colaboración con el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América.

 

En el escrito, Méndez Arceo resalta la labor del rotativo como importante no sólo para su diócesis y para el país, sino para toda América Latina y expresa su solidaridad ante un ataque tan burdo y frontal como el orquestado por Echeverría y su títere Díaz Redondo. Menciona la forma en que en el propio periódico se notaba ya el cambio en el tipo de información que se ofrecía y también cómo en el número de ese día, había encontrado páginas en blanco ante la negativa de los colaboradores de escribir para un medio impreso que había caído en las manos de la oficialidad a través de esa agresión. El obispo remata con una frase contundente y desoladora: “Excélsior ha muerto. Cada uno suma su proporcional responsabilidad, objetivamente, sin neutralidad.” Al día de hoy, el golpe orquestado contra Julio Scherer y su equipo, se considera un parteaguas en la historia del periodismo mexicano que se tornó más crítico y denunciante y se le considera un recuerdo de que el profesionalismo y la ética deben privar entre el gremio periodístico pese a todo.

 

Material de apoyo:

Burkholder de la Rosa, Arno, “La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior (1916-1976)”, tesis de doctorado en Historia, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2007.

Villamil, Genaro, “El golpe a Excélsior: 40 años del parteaguas del periodismo mexicano” en Proceso, México, 8 de julio de 2016. Número especial dedicado al atentado contra Excélsior.

 

Institución: Centro Académico de la Memoria de Nuestra América

Durante el sexenio de Luis Echeverría, las violaciones flagrantes a los derechos humanos se convirtieron en moneda corriente. Ante las críticas y la falta de apoyo a su gobierno, el régimen optó por silenciar las voces disidentes a través de desapariciones y represión en lugar de elegir la negociación y la apertura como se pregonó al inicio de su mandato. Uno de los capítulos más recordados de este periodo sumido en la ilegalidad fue el atentado que se dio en contra de la libertad de expresión a través del golpe a Excélsior, uno de los diarios más importantes de la época, fundado en 1917, y que publicaba agudas críticas contra la administración en turno. La maniobra, orquestada desde arriba, pero con el apoyo de grupos internos contrarios al entonces director del rotativo, Julio Scherer García, logró tomar control de la cooperativa y expulsar a quienes le incomodaban. Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y Hero Rodríguez Toro, se vieron forzados a salir de las instalaciones del periódico y dejarlo en manos de Regino Díaz Redondo y sus incondicionales quienes actuaron como esquiroles.

Reporteros, columnistas, caricaturistas, intelectuales y trabajadores difundieron la maniobra de la que habían sido parte y la noticia pronto se convirtió en un motivo más para cuestionar los métodos de Echeverría quien se encontraba en la recta final de su mandato. Uno de los personajes que tomaron una postura crítica fue Sergio Méndez Arceo, en aquel momento obispo de Cuernavaca y simpatizante de las ideas de la conocida como Teología de la Liberación. Desde su posición en la jerarquía eclesiástica, condenó los violentos regímenes militares en Latinoamérica, apoyó a los refugiados, denunció agresiones y estuvo directamente en contacto con víctimas de violaciones a sus derechos humanos. Por ello, no es de extrañar que, al momento de saber del golpe, externara en una de sus homilías, el pesar que le causaba este evento. El objeto destacado que presentamos aquí es justamente el texto que el obispo escribió sobre este suceso y que en Memórica puede consultarse gracias a la colaboración con el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América.

En el escrito, Méndez Arceo resalta la labor del rotativo como importante no sólo para su diócesis y para el país, sino para toda América Latina y expresa su solidaridad ante un ataque tan burdo y frontal como el orquestado por Echeverría y su títere Díaz Redondo. Menciona la forma en que en el propio periódico se notaba ya el cambio en el tipo de información que se ofrecía y también cómo en el número de ese día, había encontrado páginas en blanco ante la negativa de los colaboradores de escribir para un medio impreso que había caído en las manos de la oficialidad a través de esa agresión. El obispo remata con una frase contundente y desoladora: “Excélsior ha muerto. Cada uno suma su proporcional responsabilidad, objetivamente, sin neutralidad.” Al día de hoy, el golpe orquestado contra Julio Scherer y su equipo, se considera un parteaguas en la historia del periodismo mexicano que se tornó más crítico y denunciante y se le considera un recuerdo de que el profesionalismo y la ética deben privar entre el gremio periodístico pese a todo.

Material de apoyo:

Burkholder de la Rosa, Arno, “La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior (1916-1976)”, tesis de doctorado en Historia, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2007.

Villamil, Genaro, “El golpe a Excélsior: 40 años del parteaguas del periodismo mexicano” en Proceso, México, 8 de julio de 2016. Número especial dedicado al atentado contra Excélsior.

 
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