lupa
Dolores del Río

Dolores del Río

 
 

La niñez de una gran figura
Institución: Museo Nacional de Arte

Cuando pensamos en Dolores del Río (1904-1983), solemos remitirnos a la gran figura del cine nacional que llegó a ser con el paso de los años, sin embargo, poco se sabe de su niñez, cuya imagen fue capturada en una hermosa pintura realizada por el artista Alfredo Ramos Martínez (1871-1946) aproximadamente en 1916, cuando ella contaba con 11 años de edad.

En la pieza, el maestro destaca su fina figura ante un fondo verde degradado, mientras la pequeña Dolores Asúnsolo López Negrete posa en una postura de tres cuartos viendo frontalmente al espectador. Nació en Victoria de Durango, en una familia adinerada que vivía una época de bonanza durante el Porfiriato pero que, no obstante, pronto vio afectados sus intereses al estallar el movimiento revolucionario de 1910.

 

Por motivos de seguridad, sus integrantes debieron separarse tras las violentas persecuciones a las familias “acomodadas” de entonces. Su padre, don Jesús Leonardo Asúnsolo, debió emigrar a los Estados Unidos y la niña Dolores, junto con su madre, Antonia López Negrete, huyeron en tren a la capital del país disfrazadas de campesinas. Durante ese trayecto, recordaría ella años más tarde, observó a las soldaderas que acompañaban a los revolucionarios y a quienes interpretaría décadas más tarde en el cine nacional.

 

Para 1912 se reencontraron con el padre y lograron mantenerse gracias a la protección del presidente Francisco I. Madero, primo lejano de su madre. Una vez recobrada la estabilidad familiar, Dolores fue inscrita en un colegio estricto y conservador, el Collège Français de Saint Joseph, conocido como el Colegio Francés de San Cosme, dirigido por severas monjas de nacionalidad gala. En ese lugar se sentía “diferente” por ser la única niña morenita de la escuela, motivo por el cual se vio afectada su autoestima. Quién pensaría que esta característica de su belleza mestiza sería fundamental para dignificar los rasgos indígenas en la pantalla grande.

 

De pequeña su madre la llevó al teatro a ver a la rusa Anna Pavlova, lo que la inspiró a querer ser bailarina como ella. Sin embargo, Dolores se sentía insegura por su apariencia, por lo que contrataron al gran pintor Ramos Martínez para que realizara un retrato de la niña. La pieza que presentamos ayudó a Dolores a vencer sus inseguridades, pues en ella se muestra elegante, con una pose muy cercana a las del mundo de la danza. Cabe señalar que el artista se había especializado, quizá como ningún otro, en el pastel, que se caracteriza por ser seco (a diferencia del óleo y la acuarela) y de aplicación directa al lienzo, por ello esta obra también es muestra de su innegable dominio de esa técnica. 

 

Esta pequeña niña del retrato, conocida después como Dolores del Río (adoptaría el apellido de su primer marido), se convirtió al inicio en una destacada bailarina y más tarde en actriz reconocida en el viejo Hollywood del cine mudo, para luego consolidarse en su regreso triunfal a su país en el contexto del cine nacional de la Época de Oro. Al final de su carrera logró conformar una vasta filmografía que cuenta con más de 50 películas en las que fue dirigida por los más importantes directores del mundo, entre ellos Raoul Walsh, King Vidor, Busby Berkeley, Norman Foster o John Ford, y en su periodo mexicano por Emilio el “Indio” Fernández, Roberto Gavaldón, Alejandro Galindo y Julio Bracho.

Material de apoyo:

Taibo I, Paco Ignacio, Dolores del Río: mujer en el volcán, México, Planeta, 1999, 214 pp.

 

La niñez de una gran figura
Institución: Museo Nacional de Arte

Cuando pensamos en Dolores del Río (1904-1983), solemos remitirnos a la gran figura del cine nacional que llegó a ser con el paso de los años, sin embargo, poco se sabe de su niñez, cuya imagen fue capturada en una hermosa pintura realizada por el artista Alfredo Ramos Martínez (1871-1946) aproximadamente en 1916, cuando ella contaba con 11 años de edad.

En la pieza, el maestro destaca su fina figura ante un fondo verde degradado, mientras la pequeña Dolores Asúnsolo López Negrete posa en una postura de tres cuartos viendo frontalmente al espectador. Nació en Victoria de Durango, en una familia adinerada que vivía una época de bonanza durante el Porfiriato pero que, no obstante, pronto vio afectados sus intereses al estallar el movimiento revolucionario de 1910.

Por motivos de seguridad, sus integrantes debieron separarse tras las violentas persecuciones a las familias “acomodadas” de entonces. Su padre, don Jesús Leonardo Asúnsolo, debió emigrar a los Estados Unidos y la niña Dolores, junto con su madre, Antonia López Negrete, huyeron en tren a la capital del país disfrazadas de campesinas. Durante ese trayecto, recordaría ella años más tarde, observó a las soldaderas que acompañaban a los revolucionarios y a quienes interpretaría décadas más tarde en el cine nacional.

Para 1912 se reencontraron con el padre y lograron mantenerse gracias a la protección del presidente Francisco I. Madero, primo lejano de su madre. Una vez recobrada la estabilidad familiar, Dolores fue inscrita en un colegio estricto y conservador, el Collège Français de Saint Joseph, conocido como el Colegio Francés de San Cosme, dirigido por severas monjas de nacionalidad gala. En ese lugar se sentía “diferente” por ser la única niña morenita de la escuela, motivo por el cual se vio afectada su autoestima. Quién pensaría que esta característica de su belleza mestiza sería fundamental para dignificar los rasgos indígenas en la pantalla grande.

De pequeña su madre la llevó al teatro a ver a la rusa Anna Pavlova, lo que la inspiró a querer ser bailarina como ella. Sin embargo, Dolores se sentía insegura por su apariencia, por lo que contrataron al gran pintor Ramos Martínez para que realizara un retrato de la niña. La pieza que presentamos ayudó a Dolores a vencer sus inseguridades, pues en ella se muestra elegante, con una pose muy cercana a las del mundo de la danza. Cabe señalar que el artista se había especializado, quizá como ningún otro, en el pastel, que se caracteriza por ser seco (a diferencia del óleo y la acuarela) y de aplicación directa al lienzo, por ello esta obra también es muestra de su innegable dominio de esa técnica.

Esta pequeña niña del retrato, conocida después como Dolores del Río (adoptaría el apellido de su primer marido), se convirtió al inicio en una destacada bailarina y más tarde en actriz reconocida en el viejo Hollywood del cine mudo, para luego consolidarse en su regreso triunfal a su país en el contexto del cine nacional de la Época de Oro. Al final de su carrera logró conformar una vasta filmografía que cuenta con más de 50 películas en las que fue dirigida por los más importantes directores del mundo, entre ellos Raoul Walsh, King Vidor, Busby Berkeley, Norman Foster o John Ford, y en su periodo mexicano por Emilio el “Indio” Fernández, Roberto Gavaldón, Alejandro Galindo y Julio Bracho.

Material de apoyo:

Taibo I, Paco Ignacio, Dolores del Río: mujer en el volcán, México, Planeta, 1999, 214 pp.

 
Otros destacados
Otros destacados

Mostrar

por página