Bienvenidos a este espacio fotográfico en el que podrás echar una mirada al pasado para darte cuenta del largo proceso que ha implicado proveer a la mayoría de los mexicanos de este recurso necesario para la vida: el agua El Archivo Histórico y la Biblioteca Central del Agua forman parte del patrimonio de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Son un tesoro que reconstruye la historia de la gestión y la administración de los recursos hídricos desde 1888. Contienen materiales que detallan la manera en la que decisiones del pasado han moldeado nuestro presente. En esta muestra fotográfica podrás explorar cómo la riqueza del legado hídrico nos conecta con nuestra herencia, responsabilidad y futuro compartido. ¿Por qué es tan relevante conservar esta memoria hídrica? el agua no sólo es un elemento esencial para las comunidades y ecosistemas, sino que también ha delineado nuestra identidad y desarrollo como nación. ¿Cómo está conformada esta exposición? Es una narrativa visual y tangible de fotografías, en blanco y negro y a color, impresas con la técnica de plata sobre gelatina, disponibles físicamente en este importante acervo. Además, se presenta una amplia gama de mapas, planos y croquis que revelan los intrincados detalles de los sistemas hídricos en diferentes soportes, desde el papel a base de pulpa de tela de algodón hasta el herculene, albanene y heliográfico.
Roma no se construyó en un día; tampoco las obras de infraestructura hidráulica que nos permiten acceder al agua con la facilidad de abrir una llave, además de aquellas que se encargan de conducir las aguas residuales y pluviales. Ha sido un largo y consistente proceso. En estas imágenes es posible admirar las transformaciones ocurridas en comunidades mexicanas en tiempos en los que aún no se disponía de tomas domiciliarias. Eran épocas en las que predominaban hidrantes públicos, tanques de almacenamiento, pozos y norias. Con el transcurso de los años, mientras la tecnología fue avanzando y se construían obras de infraestructura de dimensiones adecuadas para suministrar agua potable a poblaciones medianas o pequeñas, dejó de necesitarse de aguadores, por ejemplo. Las personas ya no acarreaban el agua desde alguna corriente superficial lejana a su hogar, laboriosa tarea que usualmente desarrollaban mujeres, ancianos y niños. Las grandes obras mejoraron la calidad de vida de las personas al acercarles el agua potable a las localidades.
Antes de la Revolución mexicana, la construcción de infraestructura hidráulica corría a cargo de los usuarios o de inversores extranjeros asociados a compañías irrigadoras y colonizadoras. En su turno, los gobiernos posrevolucionarios construyeron pequeñas y grandes obras de este tipo en el norte y centro del país. Pronto, la irrigación se concibió como palanca para el desarrollo socioeconómico nacional. Las nuevas obras incrementaron considerablemente la superficie de terrenos bajo riego, aumentando, también, la productividad de las zonas. La relevancia de esas obras se refleja en la infraestructura actual, que permite el riego de casi 6.5 millones de hectáreas en gran parte del país.
En la historia de la industria el agua es protagonista. Son caminos que convergen y que se han ayudado entre sí para impulsar cada vez un mayor desarrollo. Estas imágenes documentan apenas una muestra de los cambios tecnológicos y ambientales que se generaron en torno al proceso de industrialización en el país. Diversas empresas construyeron infraestructura hidráulica a fin de aprovechar de manera más eficiente el agua en sus procesos productivos. Se modernizaron los usos tradicionales del agua a partir de la introducción de energía eléctrica y la apertura de vías de comunicación, pero también surgieron conflictos generados por la apropiación de los recursos naturales, como el agua, la tierra y los bosques.
A lo largo de la historia, las grandes civilizaciones del mundo se asentaron a la vera de ríos, lagos y mares. En México esta constante no fue la excepción; estar cerca del agua es asegurar sobrevivencia, recursos y abundancia. No obstante, también se sabe que el agua tiene memoria. En ocasiones, a consecuencia de fenómenos hidrometeorológicos como es el caso de huracanes y, otras veces, por la alteración que significan las obras creadas por el ser humano, es inevitable que el agua quiera regresar por sus cauces naturales. En la región sureste del país la principal preocupación ha sido construir infraestructura hidráulica que controle el flujo de sus corrientes para tratar de evitar y mitigar los riesgos constantes de inundaciones en tierras bajas y, en menor medida, que sirva en la irrigación, ya que el agua almacenada se aprovecha para el riego y la generación de fuerza motriz. Estas fotos muestran cómo el agua puede implicar un peligro para los asentamientos humanos. Ante la amenaza emerge la solidaridad y la respuesta de los gobiernos y comunidades para que, en la medida de lo posible, se aminoren los efectos perniciosos.
Como portadoras de vida y agua, las mujeres procuran el bienestar de sus seres amados. Hubo tiempos en los que tenían que caminar tramos interminables cargando baldes llenos de agua que servían para asear sus casas, cocinar los alimentos o curar a sus enfermos. Estos testimonios visuales reflejan la responsabilidad asumida por mujeres y niñas, quienes transformaban el líquido de un manto freático en un generoso manto protector para sus familias. Capturadas entre 1948 y 1977 por fotógrafos de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, estas imágenes tenían el propósito de registrar los medios que se utilizaban previamente a que se construyeran hidrantes públicos y lavaderos colectivos en sus comunidades. Y una vez construidas las obras, se fotografiaba a los habitantes utilizándolas, quedando la evidencia del antes y el después de la labor institucional. La aportación de las mujeres en la vida cotidiana queda patente una vez más en estas duras faenas.